Para la asignatura de Ciencia, Tecnología y Sociedad se nos pidió grabar un vídeo de máximo 5 minutos donde analizáramos el tema de la producción de fake news desde una perspectiva agnotológica. La agnotología es la rama que estudia los actos deliberados para sembrar la confusión y el engaño, y los intereses asociados que se ocultan detrás de la producción organizada de información falsa, sesgada o errónea.

El tema me parecía lo bastante interesante como para que no se quedara únicamente en un ejercicio universitario, así que he repescado el vídeo y lo he subido a mi canal de youtube.

En mi opinión, un ejemplo paradigmático de producción interesada de información falsa, sesgada o errónea es el movimiento antivacunas. Los efectos de las vacunas contra el COVID-19 sobre la reducción de la mortalidad de la pandemia son palpables. Sin embargo, existe un movimiento fuerte, socialmente consolidado, que apuesta por la idea de que las vacunas no son una variable a considerar como factor explicativo de la reducción de la mortalidad desde el inicio de la pandemia. De hecho, conceptualizan la propia pandemia como un experimento de carácter médico, político y/o social.

Asumiendo la premisa de que se trata de un experimento, jamás en la historia de la humanidad se ha producido un experimento de tales dimensiones. Solo en España se han administrado 107 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19. Más de 40 millones de personas tienen actualmente, solo en España la pauta completa de vacunación, lo que representa más del 85% de la población.

No ha habido jamás en la historia de las ciencias, no ya de la medicina sino de las ciencias en general, un experimento de tales dimensiones. Los resultados sobre el nivel de hospitalizados, ingresados en UCIS y sobre la mortalidad de la pandemia los hemos podido constatar: los efectos de la campaña de vacunación son observables, objetivables y cuantificables en las estadísticas del Ministerio de Sanidad.

Pero el movimiento antivacunas se basa en una crítica mal entendida a la visión tradicional de la ciencia, y aquí considero que es necesaria la autocrítica. La visión tradicional se la ciencia parte de la premisa de que es la única rama del saber que es pura, neutra, objetiva, al margen de injerencias externas, de sesgos y de prejuicios, que no está contaminada por intereses de tipo político o económico. La constatación de la existencia de intereses de tipo económico, político y de prejuicios de tipo social en la producción de la ciencia está en la base del movimiento antivacunas. Resulta difícil llevarles la contraria cuando exponen el entramado de intereses económicos entre la política y la industria farmacéutica. Pero el error del movimiento antivacunas, y del negacionismo anticientífico en general, es que no cuestiona los argumentos o la metodología de los experimentos, sino que cuestiona a las personas y a las instituciones. El anticientificismo no se centra únicamente en un tema concreto, como pueden ser las vacunas (en general, o contra el covid en particular), sino que lo impregna todo, es una actitud ante la vida, es una forma de moverse en el mundo. Por eso hay tantos puntos de contacto entre el movimiento antivacunas y el movimiento negacionista del cambio climático, por ejemplo, porque todos parten de las mismas premisas y del mismo cuestionamiento de las instituciones sociales consolidadas.

¿A quien beneficia el auge de este negacionismo? ¿Quién está detrás de este cuestionamiento de las instituciones sociales? Movimientos de corte populista y antisistema que buscan derrocar al gobierno y alzarse con el poder, particularmente de extrema derecha. El cuestionamiento de la política del gobierno y del ministerio de sanidad en el contexto de la pandemia buscan socavar la legitimidad del ejecutivo y fomentar la pérdida de confianza de la población, que cristalice en su momento en el voto a una determinada formación política.

Bajo mi punto de vista, hay 3 factores clave que explican este auge del anticientificismo:

1. En primer lugar, el desprestigio de los medios de comunicación. El abuso de titulares tendenciosos, la constatación de que existe todo un entramado de intereses políticos y económicos que influye en la línea editorial y en el tratamiento de la información, conlleva la pérdida de confianza en los medios. La fusión de información y entretenimiento, contenidos ligeros y carentes de profundidad de análisis, nos hacen creer que estamos bien informados cuando en realidad estamos adoctrinados en una determinada dirección, la que encaje mejor con nuestros valores y prejuicios.

Los muros de pago son otro de los aspectos que encajan en este apartado de desprestigio de los medios de comunicación. Funcionan como barrera de entrada para quienes no desean pagar a los medios de información y por eso no consumen prensa en papel. Y cumplen su función, gracias a los titulares llamativos que en este caso no busca el click fácil, sino lograr un determinado estado de opinión, incluso un determinado estado de ánimo. Funcionan para que se haga captura de pantalla del titular, que en no pocas ocasiones es desmentido en el cuerpo de la noticia, pero como este está detrás de un muro de pago, pocas serán las personas que se den cuenta. Y esa captura de pantalla será difundida a través de redes sociales, de mensajería instantánea, de grupos de whatsapp o de telegram. Los escépticos irán a la fuente de la noticia, mientras que los anticientíficos se quedarán con el titular que refuerza sus convicciones previas.

2. En segundo lugar, el auge de la antipolítica. La idea de que todos son iguales, y si no lo son al menos lo parecen. Si todos mienten, no importa que mientan también los míos ni colaborar en la difusión de información que podría ser falsa pero que resulta útil a mis intereses, a mis valores o a mis preferencias políticas.

El presidencialismo y la espectacularización de la política también influyen en este apartado. Nuestro sistema es parlamentario, pero la focalización en la figura del Presidente del Gobierno de toda la producción informativa conlleva que también sea el foco de todas las críticas. Es hasta cierto punto lógico, porque el candidato encarna un programa, un esquema de valores, y es quien lidera las acciones del Ejecutivo, pero conviene recordar que el Consejo de Ministros es un órgano colegiado. Esta espectacularización de la política, que interesa tanto a medios de comunicación como a partidos políticos, conlleva que el Congreso de los diputados deje de ser el ágora donde se confrontan las diferentes propuestas políticas, y pase a convertirse en un teatrillo. De sede de la soberanía nacional, a circo orientado al zasca, al vídeo de 10 segundos que se viralizará en redes sociales o, con suerte, será utilizado en los informativos. En el Congreso ya no se debaten ideas: se difunden consignas.

3. Y el tercer factor es el declive de la capacidad de análisis. Y aquí entran tanto el fracaso del sistema educativo, como el éxito del sistema económico: el capitalismo. Llegamos a casa extenuados tras largas jornadas de trabajo, dedicamos cada vez más tiempo a desplazamientos de casa al trabajo y del trabajo a casa, las tareas de cuidados también consumen tiempo y energía…

La consigna «8 horas para el trabajo, 8 horas para el descanso y 8 horas para el ocio» sin duda fue acuñada por alguien que tenía resuelto quien le hiciera la cena y le lavara los calzoncillos.

Y este éxito del sistema capitalista, unido al fracaso del sistema escolar, conlleva una sociedad con serios problemas de comprensión lectora y de capacidad de análisis. Dámelo todo mascadito para no tener que pensar. Dame la consigna que repetir para no tener que ir más allá, que la información que recibimos es excesiva y no me da la vida para desligar el trigo de la paja.

Y estos factores son los que explican el auge del negacionismo, y que actualmente una fuerza política como VOX sea tercera fuerza parlamentaria, y vaya camino de ser la segunda.

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