La cooperativa asturiana Nuberu Digital me pidió dar una charla sobre ciberacoso dirigida a padres y madres de adolescentes, a quienes preocupa el tema. Junto a dos docentes y un psicólogo, hablamos de empatía digital, de la falta de conciencia sobre lo que es y no es acoso porque en muchas ocasiones quienes acosan lo consideran o una broma o una acción legítima, entre otras cosas. Este es el borrador del guión de mi charla.

El acoso a través de internet, y en concreto a través de las redes sociales en sus distintas formas, es un problema importante. Y por eso estamos hoy aquí.

Las pantallas nos conectan con el mundo, pero nos desconectan de la gente. Bloquean nuestra capacidad de empatía, nos alejan de los sentimientos de la otra persona. A través de las redes sociales nos resulta mucho más difícil interpretar los sentimientos de la otra persona, carecemos de la conexión que nos facilita la expresión corporal, la plasticidad de la comunicación cara a cara. Como especie, aún no hemos sido capaces de desarrollar la EMPATÍA DIGITAL para comprender que al otro lado del terminal telefónico no hay un avatar: hay una persona con sentimientos. Y esa desconexión facilita el acoso.

Es un fenómeno que afecta a todos, pero las mujeres y las niñas son especialmente vulnerables, porque constituyen un colectivo expuesto en mayor medida:

  • Se enfrentan a casos de ciberacoso en mayor medida y con mayor frecuencia: 88% de las encuestadas: ha sufrido ella o su entorno más de una forma de acoso. Instagram: 35%, whatsapp: 28%; Facebook: 20%
  • Con mayor virulencia: insultos y lenguaje ofensivo: 77%. Humillaciones por cuestiones físicas: 64%. Intimidación: 61%. Acoso sexual: 58%
  • Con consecuencias más graves como recrudecer episodios de bullying que ya no se quedan en los centros educativos, sino que se perpetúan las 24 horas del día en redes sociales, estigma social, acoso relacionado con la violencia de género que en ocasiones llega incluso al suicidio

Datos del informe “(In)seguras online: experiencias de las niñas y las jóvenes en torno al acoso online”, de la ONG Plan Internacional (2022)

No es infrecuente que casos de abuso sexual sean difundidos a través de redes sociales de tal modo que, al trauma por la agresión sexual, se una el estigma social. Estoy segura de que José Luis podrá ampliar información al respecto, de cómo el acceso a la pornografía cada vez más violenta influye en que vídeos de abusos sean difundidos por redes sociales y se conviertan en virales sin que nadie se tome la molestia de frenarlo. Porque las pantallas nos deshumanizan, nos desconectan de los sentimientos de la otra persona.

Os recordaré algunos episodios que han sido especialmente sonados, y muy duros, pero quiero que tengáis presente que se trata de la punta del iceberg en cuanto a acoso online se refiere.

  • 2017: Transmiten en directo la violación en grupo de una niña de 15 por Facebook Live. 36 personas vieron el video en directo. Ninguno lo denunció.
  • 2021: Detienen a la youtuber argentina YosStop por posesión de pornografía infantil. Tiene más de 8 millones de seguidores en youtube y casi 7 millones en Instagram. Le llegó un video de una chica de 16 años siendo violada en una fiesta. Le dedicó un vídeo titulado “patética generación” en el que la llamaba puta y la acusaba de haber provocado que la violaran por haberse emborrachado en una fiesta. ¿Os podéis hacer una idea del efecto que tiene algo así?
  • En España, en uno de los foros con más usuarios del país, y conocido por ser especialmente virulento contra el feminismo y contra las mujeres en general, seguro que sabéis a qué foro me estoy refiriendo… En ese foro se compartieron los datos y las fotos de la víctima de la manada, contribuyendo a revictimizarla. No fueron ni uno ni dos: fueron más de 50 quienes compartieron sus datos, y miles los que siguieron el hilo. Es la primera vez que la administración del foro colabora con la justicia, pero no la primera vez que ocurre. En el mismo foro se compartieron datos, fotos y redes sociales de otra mujer que denunció una violación en Málaga unos años antes. La víctima acabó retirando la denuncia.
  • 2019: El caso Iveco conmocionó a toda España. Un vídeo sexual grabado con consentimiento fue enviado a los compañeros de trabajo de una mujer. Docenas lo reenviaron sin darse cuenta de que estaban contribuyendo a un delito. Llegaron incluso a subir a la planta donde trabajaba para ver quien era la del vídeo. No pudo más y acabó suicidándose.
  • En Netflix podréis encontrar el documental Audrie y Daisy: el lado más oscuro de las redes sociales. En él se cuenta la historia de dos chicas de 14 años que fueron agredidas sexualmente por compañeros de instituto, chicos a quienes consideraban amigos. Grabaron las agresiones en video y las subieron a las redes sociales. Y quienes tuvieron que sufrir el acoso y el estigma a raíz de la agresión sufrida no fueron los violadores: fueron las víctimas. Ambas llegaron a intentar suicidarse. Una de ellas lo logró. Incluso después de ese episodio, uno de sus agresores seguía considerando que grabar la agresión sexual de una compañera y difundirlo en redes sociales era una broma divertida.

Y es que ese es uno de los problemas del ciberacoso: que no termina en la puerta del colegio. Que continúa a través de las redes sociales las 24 horas del día.

  • 2016: Condena de casi 3.000€ de multa a dos menores por humillar a una compañera de clase con mensajes de contenidos sexual en grupos de whatsapp. La chica se salió del grupo, pero la volvieron a meter para continuar humillándola. La novedad de esto es que son los padres quienes tendrán que hacer frente a la multa.
  • 2018: Condenado a dos años y medio de cárcel el twittero que considera que “son pocas las mujeres asesinadas, con la cantidad de putas que hay”.

No sé si os habéis dado cuenta de que, en la mayoría de estos casos, hay un patrón de comportamiento común: la falta de consciencia de estar haciendo algo grave, de estar causando un daño real a la víctima. Los compañeros de instituto de Audrey creían estar haciendo bromas. Quienes grabaron el video que difundió YosStop creían estar de broma. Quienes difundieron el video de la trabajadora de Iveco, creían estar participando en una broma. Los menores condenados por humillar en un grupo de whatsapp a una compañera de clase, creían estar de broma. Todos: quienes participan, quienes lo ven sin denunciarlo y quienes lo difunden, creen estar participando en una broma. Para la única para la que no es una broma es para la víctima.

Cometeríamos un error si pensáramos que es un comportamiento propio de menores. “Son cosas de críos”. No lo son. Repiten unos patrones y unas dinámicas de comportamiento que han visto en los grupos de adultos. Porque entre los adultos, es frecuente que se unan para odiar “por una buena causa”.

COLECTIVOA QUIEN ODIA
Simpatizantes de VOXInmigrantes, Podemos, Feministas
Pro-Custodia CompartidaActivistas contra la violencia de género. Podemos. Feministas.
Defensores de la caza y los torosEcologistas. Animalistas. Podemos. Feministas
VeganosGente que come carne. Feministas especistas
Activistas por los derechos transTERF: Feministas Radicales Trans Excluyentes

Cuando una captura de un tuit tuyo, o de una publicación de Instagram o de lo que sea, es publicada en uno de esos grupos, es la señal de “abran fuego”: prepárate para una oleada de acoso masiva y organizada, “por una buena causa”. La suya. Y ahí no es que no exista consciencia de estar haciendo algo malo: es que creen genuinamente estar haciendo algo bueno, que sus campañas de acoso masivo y organizado tienen como objetivo una buena causa. El fin justifica los medios.

Y es que ni son chistes, ni son bromas, ni es activismo mal entendido: el odio tiene consecuencias. Consecuencias principalmente para las víctimas, que son las primeras destinatarias del odio y para quienes tiene consecuencias devastadoras. Pero también, tarde o temprano, para los acosadores. Aunque creamos que a través de las redes sociales estamos protegidos por el anonimato, no es así.

Pero no quiero terminar esta charla con un mensaje punitivista, sino todo lo contrario: quiero hacerlo con una apelación a la empatía. A superar el odio. Es muy tentador utilizar las redes sociales, especialmente en modo anónimo para dar rienda suelta a nuestras frustraciones, nuestra rabia, al odio que nos genera una persona en concreto o una ideología que nos resulte especialmente molesta.

Lo que me gustaría es que, detrás de la pantalla, al otro lado, hay personas. Personas sobre las que nuestras palabras tienen efectos. Personas a quienes estamos haciendo daño. ¿Es divertido hacer daño a otra persona? ¿Es divertido ser responsable del sufrimiento de otra persona? Lo que percibimos como simples bromas, para la víctima no lo es. Por eso me gustaría terminar esta charla con una apelación a humanizar las redes sociales. No son las herramientas las que nos hacen mejores o peores: lo que marca el cambio somos nosotros y cómo las utilizamos.

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