Del último Pantomima Full que tanto está dando que hablar, lo que me entristece es la idea de no encontrar nada que te motive.
La estabilidad de la monotonía tiene su encanto. Yo he acabado harta de cambios, de estrés, de sobresaltos, de vivir al límite con las maletas en la puerta, de no saber dónde estaré ni qué me encontraré mañana.
Eso me ha hecho apreciar la rutina, la estabilidad, el tener una vida predecible que te permite hacer planes a largo plazo. Para motivarme sola ya tengo yo las herramientas, no necesito que la vida me ponga a prueba.
Durante el confinamiento dije que hay gente que no es que no aguanten estar encerrados en casa: es que no aguantan estar encerrados dentro de su propia cabeza. Con las reacciones al último Pantomina pienso un poco lo mismo: hay gente que no se aguantan a sí mismos y necesitan estímulos constantes.
No hay absolutamente nada que me resulte atrayente de la incertidumbre como horizonte vital. Y no quiero pensar que quienes defendéis ese modelo de vida a salto de mata, tenga algo que ver con la indefensión aprendida.
“Me compensa porque como tenga que empezar de cero me pego un tiro”. Yo sé lo que es empezar de cero cuando una tiene ya una edad, y ahora que paso de los 40, la entiendo. “Plan de pensiones, un coche en renting, placas solares. Eso es lo que me pone cachonda”.
Totalmente. Hay gente que no se aguanta y por eso necesita cambios, pero hay mucha gente que pasa por la vida por pasar, como si fueran espectadores de su propia vida (y de esos conocemos todas muchos).
Tampoco me parece una actitud criticable «per sé». Los que llegan a las 7 de la mañana cargados de energía gritando «¡feliz lunes!» sin ir enfarlopados ni nada, esos, esos no me parecen de fiar.