Desde las negociaciones entre Podemos y Sumar para que todos los partidos a la izquierda del PSOE fuesen en coalición bajo una única marca electoral liderada por Yolanda Díaz, llevamos escuchando que ha habido un «veto» a la figura de Irene Montero en concreto por parte de Sumar, y en concreto se personaliza con frecuencia este veto en la figura de la propia Yolanda Díaz. La negativa a llevarla en las listas electorales primero, y ahora la negativa frontal a que repita como ministra de Igualdad en la cuota que le correspondería a Podemos en el Consejo de Ministros en un nuevo gobierno de coalición han dado lugar a un enfrentamiento encarnizado entre la dirección de Podemos, particularmente entre Ione Belarra y la propia Irene Montero, con toda su guardia pretoriana en redes sociales respaldándolas, y ya ni hablemos de los colaboradores de Canal Red, el canal de información combativa dirigido por Pablo Iglesias.

Sin embargo, me llama la atención que nadie, absolutamente nadie de todos los partidos que integran la coalición Sumar al margen de Podemos, haya dado la cara por Irene Montero. Ni cuando se agotaron las negociaciones para la confección de las listas electorales en cada circunscripción, ni ahora cuando se están debatiendo los nombres que integrarán el Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez. Nadie. Ni una sola figura relevante que no sea de Podemos ha criticado estos «vetos» a Irene Montero.

Lo que me lleva a plantearme que estos «vetos» no procedan de Yolanda Díaz, sino que la propia Irene Montero, su equipo y su acción política no levanten precisamente simpatías entre el resto de socios de coalición. Mi conclusión es que este veto a Irene Montero no es un encabezonamiento de Yolanda Díaz, sino que es compartido por el resto de fuerzas que componen Sumar. Mi teoría es que a Irene no la pueden ni ver por su forma de trabajar, en concreto por su forma de trabajar en equipo, su incapacidad para gestionar la discrepancia, su afición a rodearse de colaboradoras afines que no le toquen ni una coma.

Su acción política al frente de Igualdad ha consistido en sacar adelante las iniciativas que ha considerado importantes sin aceptar una enmienda, enrocándose en sus posiciones. Y cuando sus proyectos se convierten en ley y tienen implicaciones prácticas que la sociedad no acepta, como ha sido por ejemplo el caso de la Ley del Solo Sí es Sí con las rebajas de penas a violadores condenados, su actitud de no aceptar ni un solo error, tirar para adelante, negar las consecuencias indeseadas primero, reírse las críticas después, y por último culpar hasta al bedel del Congreso con tal de no admitir el error, es un ejemplo paradigmático de su falta de capacidad para trabajar en equipo.

No te digo ya la negativa a reunirse con actores importantes en su trayectoria política como las entidades feministas, cuando estas han sido críticas con la producción legislativa de su Ministerio como por ejemplo la ley trans. Quienes estuvieron apoyándola en sus inicios, han sido ninguneadas en cuanto le han puesto peros a sus proyectos estrella. Han fomentado un clima político basado en el señalamiento de las disidentes, en favorecer el acoso, en el silenciamiento político de quien tenga alguna objeción a la acción política de Irene y su Ministerio.

¿El resultado? Irene se ha quedado sin apoyos fuera de su guardia pretoriana, que cada vez es más pequeña.

No os veo, estáis borradas.

Argumentan desde la Ejecutiva de Belarra que los ministros de Podemos los ELIGE Podemos. Pero no están eligiendo: están IMPONIENDO. Están imponiendo un nombre que saben de sobras desde la confección de la listas que no despierta consenso, y están imponiendo además el Ministerio que tiene que dirigir, no les vale ninguna otra persona ni ningún otro Ministerio. Su actitud avasalladora, su falta de cintura y su ausencia de capacidad negociadora son los elementos que hacen que el resto de fuerzas políticas que integran Sumar estén hasta el mismísimo coño de Belarra, de Montero y del resto de los que quedan en la formación morada, que cada vez son menos.

Durante el tiempo que han formado parte del Consejo de Ministros no puede decirse que los representantes de Podemos se hayan caracterizado precisamente por su lealtad a un proyecto común y a un órgano colegiado. Se han dedicado a ser la oposición dentro del Gobierno. Desde que se presentó Sumar en sociedad, no han parado los insultos a Yolanda y al resto de fuerzas de la coalición. Y no van a parar.

Recuerdo que en Canal Red le preguntaron a Lilith Vestringe precisamente si como segunda autoridad a nivel orgánico en Podemos iba a desautorizar los insultos de la militancia hacia Yolanda Díaz y el proyecto electoral en el que de hecho se integró Podemos (aunque lo hiciera a regañadientes) en mitad de una campaña para las elecciones generales en las que como se ha visto iba de un pelo que gobernara la derecha más engorilada de las últimas décadas, y su respuesta fue comprensiva porque, según ella, «había muchas heridas». ¿Con estos compañeros quien quiere ir a ninguna parte?

La última amenaza encubierta ahora, el all-in si no les dan el Ministerio que exigen en la persona que imponen, consiste en amagar con romper el grupo parlamentario, irse al grupo mixto y presentarse por su cuenta a las elecciones europeas, al margen de Sumar. Puestos a medirse las pollas, hemos llegado a un punto en que me parece bien: si les sale bien la estrategia y consiguen representación por encima de los resultados de las pasadas autonómicas y municipales, estupendo, jugada maestra; y si no, cura de humildad y quizá volver a llamar a la puerta de Sumar, esta vez conociendo exactamente cual es su posición en el tablero político.

Pero, sobre todo, urge que hagan una formación acelerada de cómo trabajar en equipo, de estrategias negociadoras, porque en este punto en el que estamos porque trabajar en equipo con ellas, ellos y elles, es UN DOLOR. No aceptan aportaciones de nadie, quien presente una enmienda es un traidor, se han puesto en contra hasta a la gente que les apoyamos, han fomentado el acoso y la división interna. Y así han llegado hasta aquí, a gestionar las ruinas de lo que fueron.

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