No soy ninguna experta en política internacional, y la política de la ciudad de Madrid me pilla lo bastante lejos como para que solo me lleguen las ráfagas mediáticas. No obstante, me voy a permitir apuntar una posible clave del éxito electoral que comparte Isabel Díaz Ayuso, presidenta del Gobierno de la Comunidad de Madrid, y Javier Milei, flamante nuevo presidente de la Nación Argentina.
Mi primera sensación es que los argentinos no han votado un presidente del Gobierno: han votado a un icono pop. Sus salidas de tono, sus estridencias, su grito de guerra («libertad carajooooooo!!!«), sus evidentes locuras como tener de asesores a su perro fallecido con quien se comunica a través de una medium y sus otros perros clonados… Todo eso no le desacredita para el cargo de Presidente: alimenta su papel de icono pop. No le han votado por lo que prometiera, ni por lo que creyeran que iba a hacer, porque nada de eso importaba. Los pasados comicios en Argentina no eran unas elecciones: era un concurso de popularidad.
Y Ayuso reproduce exactamente la misma estrategia, quizá con menores dosis excentricidad pero adaptado al contexto, con esa actitud que es arquetipo de la chulería madrileña. Ayuso también trabaja su comunicación política en la línea de erigirse en icono pop, y sus últimas salidas de tono así lo atestiguan, tratando de situar en el imaginario colectivo el estribillo de moda, la canción del verano: «me gusta la fruta«, «que te vote Txapote«.
¿Y en qué contextos pueden triunfar electoralmente perfiles que más que políticos, líderes o incluso gestores si me apuras, son equiparables a estrellas del rock? Allí donde triunfa la antipolítica. Donde la política tradicional está tan devaluada y los políticos profesionales tienen tan poca credibilidad, que el electorado se decanta o bien por la abstención, o bien por perfiles «simpáticos», trolls con quienes puedan reírse. ¿Acaso no lo vimos claro con Donald Trump? Milei solo llevó la estrategia al límite del paroxismo porque necesitaba ganar en dos vueltas. Y Ayuso con sus payasadas, su actitud de encararse con la oposición desde un populismo barato y una estrategia mediática que la aleja de políticos de traje y corbata, está siguiendo exactamente el mismo modelo.
De hecho, si te paras a pensarlo, uno de los primeros en España en ver claro este filón de la política pop y explotarla fue Pablo Iglesias, convirtiendo su coleta en logo electoral en aquellas elecciones europeas, alejándose de la imagen arquetípica del político profesional, con un outfit más informal que el resto, manteniendo el aro en la oreja, hablando en un tono al que no estábamos acostumbrados…
Incluso ya como vicepresidente, se mantenía fiel a ese estilo que le llevó a cosechar en determinado momento alrededor de 5 millones de votos. Las causas del desastre, sin embargo, habría que buscarlas en otro artículo.