El término «violencia vicaria» ha entrado con fuerza en el debate público a raíz sobre todo del documental sobre el maltrato sufrido por Rocío Carrasco a manos del que fuera su marido, Antonio David Flores. La emisión del programa supuso un revulsivo para la opinión pública, y aunque podamos debatir sobre las consecuencias negativas a largo plazo de la espectacularización de la violencia de género, lo que no podemos negar es que ha tenido una tremenda influencia en la audiencia, y que las cifras de llamadas al 016 muestran que ha ayudado a muchas mujeres a reconocerse en situaciones a las que hasta ahora no les ponían nombre.

Es el caso de las mujeres que forman parte de la asociación contra la violencia vicaria M.A.M.I.

Para contactar con ellas podéis utilizar sus redes sociales:

En la entrevista que mantuve con su portavoz, Ruth Mateo, ella explica que se vieron reconocidas por primera vez en las palabras de Rocío Carrasco. Por primera vez fueron capaces de ponerle nombre a la tortura que estaban sufriendo por personas interpuestas, en su caso a través de sus hijos e hijas. Y de ahí la importancia de poner en palabras lo que nos sucede para reconocernos.

Ruth explica algunas claves para reconocer la violencia vicaria, o al menos para sospechar que pudieras estar siendo víctima. Esas frases de los maltratadores, porque violencia de género y violencia vicaria siempre van de la mano. Esas amenazas del tipo «voy a hacer que tus hijos te odien», «te voy a dar donde más te duele«.

Hablamos del abandono institucional, especialmente sangrante en lo que respecta a la administración de justicia, que sistemáticamente vela por el interés superior del pater familias mientras da la espalda a madres y criaturas que acuden en busca de protección. De las consecuencias que tiene perpetuar el contacto de las criaturas con un padre abusador, de cómo afecta a su desarrollo psicosocial y de cómo interfiere en la relación con la madre. Son niños y niñas obligados a mantener el régimen de visitas con padres que los utilizan para seguir minando la moral de una exmujer a la que ya no pueden controlar, y estas criaturas acaban interiorizando los insultos del padre hacia la madre y repitiendo los mismos patrones.

Ruth expone también algunas de las propuestas que la asociación M.A.M.I. ha trasladado a las instituciones en las reuniones que han mantenido: valoran positivamente la iniciativa de restringir el régimen de visitas a padres sobre los que recaigan sospechas de maltrato, pero consideran que debería aplicarse también a los casos en los que ya hay sentencia de maltrato hacia la madre, y no únicamente a los nuevos que se produzcan a partir de ahora, pues de lo contrario estarían dejando desamparados a miles de menores, hijos e hijas de maltratadores condenados, que tienen que seguir cumpliendo con un régimen de visitas impuesto por jueces con nula sensibilidad hacia lo que representa la violencia de género.

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